miércoles, 8 de mayo de 2013

Patricia Quimera - El adiós de Damián

Hoy Patricia Quimera nos trae una historia triste.

Un adiós siempre es triste. Puede ser un "hasta luego", un "pronto nos veremos", un "hasta otra", un "hasta nunca"...
En este caso el adiós de Damián es un adiós triste y resignado.

¿Creéis que pueden pasar historias así? A veces no se si Patricia tiene mucha imaginación, o por el contrario tiene una sensibilidad especial.

No se, vosotros opinaréis si es que os detenéis a leerlo.




Patricia Quimera - El adiós de Damián 

Sacó el último cigarrillo del paquete y se lo puso en la boca. Arrugó el paquete y lo lanzó al vacío.
Sacó su mechero del bolsillo, encendió el cigarro y le dio una calada profunda mientras miraba al cielo. Miró el mechero y pensó que había sido su último encendido, así que lo arrojó también.
Se sentó en el borde del acantilado y miró el cigarro. A Damián le quedaba de vida lo que le durara el cigarro, así que empezó a pensar en su vida mientras sintió como un escalofrío que le recorría la espalda.
Había sido un niño feliz con su madre y su padre, incluso en los primeros años del colegio. Su vida fue una vida normal hasta que todo el mundo a su alrededor empezó a crecer. Todo el mundo menos él.
El mar golpeaba las rocas y las gaviotas parecían interesadas en lo que hacía Damián ahí sentado. Él se dio cuenta de lo poco que importaba si seguía vivo o no. El mundo seguiría moviéndose, el mar seguiría golpeando las rocas y las gaviotas continuarían su baile.
Dio otra profunda calada al cigarro. Ya estaba por la mitad.
Se acordó de su cambio al instituto y de que al principio todos le miraban raro. Apenas llegaba a los 110 centímetros, tenía problemas al andar y sus extremidades superiores no se habían terminado de desarrollar.
Que le miraran raro no era malo, era normal. El raro era él.
Pero pronto empezaron las bromas pesadas, las risas, los insultos. Él sólo estaba seguro en casa, con su madre y su padre.
Una vez empezó a hablar con una chica, y él se ilusionó. La chica le hacía caso, le hablaba, le preguntaba, e incluso le llevó a su casa. Allí empezó un flirteo y Damián estaba en una nube. Una tarde, cuando Damián se desnudó la chica empezó a reírse de él y de pronto un compañero entró a la habitación y comenzó a hacerle fotos, que luego distribuyó por todo el instituto. El engendro de Damián, el freak circense, el mono de feria.
No les culpaba. Si el hubiera vivido esa situación desde el otro bando, igual hubiera sido el primero en reírse... Bfff, o quizás no. No sabían lo mucho que él sufría. ¿Él sería consciente de lo mucho que estaría haciendo de sufrir a aquel chaval con problemas?
Un cáncer se llevó a su madre, y un conductor borracho le arrebató a su padre. Le habían quitado lo único que quería, lo único que tenía. ¿Qué sentido tenía seguir viviendo?
No tenía amigos, no tenía familia, no tenía trabajo, no tenía ilusiones...
Le dio otra calada al cigarro. Pensó en Yosi, su perro. Era el único que le arrancaba una sonrisa de vez en cuando. Pero últimamente ya no le sacaba ni a pasear, y Yosi se merecía algo más. Le dejó atado en la puerta del veterinario con una nota escrita atada al collar. Cuando le dejó allí oyó a Yosi como lloraba y ladraba. Él era el único que le entendía.
Por un momento pensó si la decisión que había tomado era la correcta. A veces le parecía un acto de valentía lo que iba a hacer, pero a veces pensaba que era un cobarde. Un valiente no acabaría con su vida sin enfrentarse al mundo. Pero quizás una persona no podía luchar contra ciertas cosas. Total, él no pintaba nada en este mundo, y si se apartaba de en medio nadie lo lamentaría, y quizás nadie se daría cuenta. Alguien le encontraría entre las rocas y le enterrarían por ahí. O quizás no. A lo mejor se lo llevaría el agua mar adentro. Prefería eso.
Pensaba disfrutar de su último viaje, de su salto a una nueva vida. ¿Acabaría todo con un golpe y un fundido en negro, como en una peli? Tal vez lo siguiente fuera una vida espiritual, o se transformaría en energía, o se reencarnaría… Esbozó una sonrisa al verse pensando en esas cosas. Estaría bien reencarnarse en Yosi, su perro.
Última calada al cigarro. La colilla voló por el acantilado camino de las rocas. Pensó que tal vez pudiera encontrarse con sus padres y pudiera darles un abrazo.
Dejó resbalar muy despacio sus piernas por el borde del acantilado. Sería su mejor salto. Disfrutaría del viento en su cara, de la sensación de libertad de caer, de sentirse abrazado por el mar.
Se impulsó y cayó al vacío con los brazos extendidos. No gritó. No temió. Inmediatamente las olas se lo llevaron hacia el interior del mar.


No hay comentarios:

Publicar un comentario