miércoles, 3 de abril de 2013

Patricia Quimera - Paraguas Mortal

Hola, que tal, bien, y yo, pues nada, al lío. ¿Llueve? Un poco. Y si sale el sol aparece el arcoíris...
Bueno ya vale. Que ya que llueve como si fuera a acabarse el mundo, pues Patricia Quimera me manda un relatito llamado Paraguas Mortal.

¿Quién no ha sufrido alguna vez un corte en la yugular debido a un paraguas grandote de alguna viejuna sin carnet de manipuladora de armas domésticas? Pues Patricia ha sufrido esta circunstancia, o se lo ha imaginado, porque no veas como lo flipa esta chica. Muy maja, pero a veces se le va la cabeza.

Ahí va.




Patricia Quimera - Paraguas Mortal

Salgo del Metro y... ¡Mierda, está lloviendo! Esto pinta feo.
Masas enfervorecidas corren sin control con sus paraguas abiertos. Ese paraguas usado sin control se convierte en un arma mortífera. Su pincho, sus varillas... No quiero ni pensarlo.

Mi misión en estos momentos es llegar a casa lo menos empapado posible, y lo que es más importante: vivo.

Puede que en este trayecto sufra lesiones, e incluso amputaciones. Puede que en este trayecto vea a compañeros morir, pero debo ser fuerte y centrarme en alcanzar mi destino.

Mi primer objetivo es trazar la ruta más efectiva para alcanzar mi destino. Será una conjunción entre la ruta más corta, la que tenga más balcones donde atrincherarme y la que menos gente estresada con paraguas tenga. Desde ahora en adelante a esa gente estresada con paraguas le llamaremos "enemigo".

Tendré que, al ser la ruta más directa y con más balcones, coger la avenida. La mala noticia es la elevada cantidad de enemigos que me encontraré. Eso no debe asustarme ya que mi fortaleza mental y mi duro entrenamiento hará que tenga altas posibilidades de superar la misión.

El comienzo no puede ser más desolador. Veo como un señor de unos 50 años cercena la yugular de un joven inexperto con una de las varillas de su gran paraguas negro. El joven se desangra en la acera mientras yo no puedo hacer nada más que ver como muere. El enemigo continúa su camino sin dejar de mirar 'LA RAZÓN' en su móvil. Nadie dijo que esto fuera fácil.

Corro apresurado hacia el resguardo del primer balcón a la vista. Rayos y truenos inundan el cielo y el color gris predomina en las calles. Según me acerco al balcón una señora con un paraguas se cruza en mi camino. La varilla afilada de su paraguas amarillo del Ikea se acerca peligrosamente hacia mí mientras no freno mi carrera.

La enemiga, enfadada por perder el cardado de su pelo debido al agua, no cambia su trayectoria y me obliga a realizar un escorzo de evasión. Su varilla ha pasado muy cerca de mi ojo derecho, pero he conseguido esquivarlo doblándome hacia atrás y apoyando una mano en el suelo.

Bajo el balcón, resguardado, puedo ver las riadas de agua discurriendo cuesta abajo. El cielo totalmente gris me recuerda que mi camino será difícil. Necesito seguir, avanzar.
Cientos de enemigos están entorpeciendo mi camino, así que ideo un ataque de disuasión.

Delante de mí veo un gran charco, así que rememorando mi niñez me abalanzo dando un salto y caigo con toda la fuerza que puedo sobre él. El pequeño tsunami creado avanza hacia un grupo de enemigos que, al verlo llegar, se apartan súbitamente creando confusión entre ellos, provocándose heridas leves con sus paraguas y lo más importante: dejándome vía libre en mi camino. Mientras avanzo bajo la lluvia consigo oír una cantidad de improperios lanzados por los enemigos. Que todo sean insultos de enemigas veteranas.

Veo a lo lejos que algún compañero espera para cruzar un paso de cebra, que es lo mismo que tengo que hacer yo. Me resguardo con ellos bajo el balcón mientras observamos que al otro lado del paso de cebra una multitud de enemigos con sus armas abiertas y preparadas esperan para cruzar hacia nuestra acera. Sabemos que por separado no podremos conseguirlo así que nos ponemos de acuerdo: Divide y vencerás.

Trazaremos caminos distintos para buscar huecos posibles y así cruzar al otro lado, y de esta manera los enemigos no podrán resguardarse en el grupo al tener que separarse. Estamos convencidos de que habrá alguna baja, pero por separado seguro que no lo conseguiríamos. Mejor alguno que ninguno.

El semáforo está en verde y tras un grito desgarrado de ánimo corremos por el paso de cebra hacia el otro lado trazando distintas trayectorias. Los enemigos avanzan en una perfecta formación, pero enseguida deben romper esa formación ya que nuestras trayectorias distintas y nuestros gritos les aturden. La chica rubia de mi derecha sufre un profundo corte en el brazo debido al paraguas de cuadros escoceses de una pija cincuentona. Mientras observo la escena, un niño con su paraguas de abeja se acerca a mí. Esos paraguas en manos de esos enemigos bajitos son muy dañinos, ya que debido a su escasa altura atacan a partes nobles y producen mucho dolor.

Resbalo a causa de un charco y me llevo por delante al niño, que arranca a llorar. Un llanto bastante desagradable y desconsolado hace que los demás enemigos corran a auxiliar al niño, y seguro que si alguno puede intentará agredirme. Yo en el suelo soy un blanco fácil, y la caída ha hecho que me golpee la cadera y tenga el brazo en carne viva. Girando rápidamente sobre mí en el suelo logro esquivar un paraguazo de un paraguas corto verde de un calvo enfadado. Deprisa me levanto, giro sobre mis talones y corro hacia la otra acera. Lo he conseguido. A mi lado la rubia de antes sangra por su brazo, pero conserva la vida. En el paso de cebra han perdido la vida dos compañeros y un enemigo. El niño llorón me saca la lengua desde el otro lado.

Si esto fuera una peli, le daría un beso de tornillo a la rubia mientras nos mojamos abrazados y suena una música épica de fondo. Pero como es la vida real ella sale corriendo hacia su casa y yo me quedo unos segundos con cara de bobo mirándola el culo, y luego me dirijo a mi portal. Por fin estoy a salvo, Estoy en casa.
Bastante mojado, con la cadera dañada, el brazo bastante magullado... pero vivo y en casa.
La misión se ha completado con éxito, pero decenas de enemigos seguirán deambulando por las calles usando impunemente sus paraguas afilados, y muchos compañeros perderán la vida yaciendo sobre algún charco.





1 comentario:

  1. Yo todavía tengo una varilla alojada en mi puta cabeza, joder. Fue horrible joder. Aún me tiemblan las canillas joder. Muchos compañeros se quedaron en el camino, joder.
    Joder joder. Hermano, joder.

    ResponderEliminar