Creo que andaban enfadados conmigo y escondidos en alguna esquina oscura de mis entrañas. No querían ver la luz y mucho menos querían verme el careto y hablar conmigo.
Pues bien, el sabio de Don Armando de Brevería se ha dignado a hablar conmigo y a firmar una tregua indefinida.
Me ha dado este textito que habla sobre los gerentes, que gentes.
Disfrutad, o haced lo que queráis e su defecto.
Don Armando de Brevería - Gerentes, que gentes
Me siento en la
misma mesa de la taberna, en el rincón oscuro de siempre, y mientras acaricio
mi barba observo a la gente a través de mis gafas, acompañado de mi amada
frasca de vino.
De gerentes y gerencias toca hablar. Y sólo de pensar la
sangre me hierve pardiez.
Menos mal que con mi vino peleón, como yo, calmo esos
calores pero enciendo otros, que ya te dije que el vino era peleón.
En mi dilatada vida (no se piensen que desvelaré mi edad
así, sin un cochinillo de por medio) algún que otro gerente he sufrido.
No muchos la verdad ya que los he intentado evitar, pero sí,
nadie se libra de ello. Si no los hubiera evitado igual estas letras las
estaría escribiendo desde prisión, y no es así, que estoy en mi taberna
preferida.
¡Mesonero! Este vino
sin unas olivitas no es lo mismo, estírese caballerete.
Mi primer recuerdo es de un gerente chulesco, aprovechado y
gillipollas llevado a un extremo que nadie puede imaginarse.
Su gran mérito: conseguir encandilar a la dueña del negocio,
bastantes años mayor que él, dándole mandanga nocturna a cambio de un puesto de
trabajo ideal para no trabajar y ganar mucha pasta.
Otro gerente se cruzó en mi camino. Su cuerpo hace tiempo
dejó de ser joven, su barriga dejó de ser plana, su pelo dejó de ser frondoso,
pero el seguía andando como un guayabo masculino y viril, pensando que las
mujeres eran las que se volvían para mirarle.
Y quizás si que se volteaban para mirarle, pero no por lo
que él creía sino porque gracioso era verle pavonearse.
Seguro que nunca supo de qué era la empresa que le había
puesto ahí, pero le daba igual ya que tenía tiempo para desayunar copiosamente
y leer su prensa diaria. El Mundo. No hay más que decir...
Con esas dos cosas ya había pasado la mañana. "Y es que
el día tendría que tener más horas, que no doy a basto..."
El gerente hermanísimo también se cruzó en mi camino. Éste
por lo menos me daba minutos de risa, así que malo del todo no era.
¿Cuánto tiempo podría pasarse mirando a un punto fijo de su
monitor apagado? Os digo que más tiempo del que aguanto yo bebiendo vino, y eso
es mucho tiempo.
Su forma de andar y actuar hacía que pensaramos al verle que
la Santa Compaña le echó de su grupo, silencioso, alma en pena, matando moscas
con el rabo como buén diablo desocupado...
Este por lo menos sí que tenía pelazo, y claro, mucho tiempo
para cuidárselo ya que sus jornadas de trabajo andaban lejos de ser
maratonianas.
¿Os suena? Seguro que compartís opinión de alguno de estos simpáticos personajes.
¿La personalidad la da el puesto o el puesto te lo dan por
tu personalidad? Nunca lo tendré claro...
Lo único claro que tengo es que esta frasca de vino se acaba
y el mesonero me cuida poco.
Debería saber que no es necesario pedir vino para querer
vino. ¡Ah! Las olivas se dan por supuestas, claro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario