Resulta que me ha mandado un relato llamado Noche de Pasión, en el que al final yo creo que hay demasiada pasión, no se. Ya me contaréis si os gusta ese tipo de pasión.
De momento la historieta nos habla de un adolescente Pedro, y de una joven y experimentada Ana, y de una cita, y de una cena, y de una habitación...
El resto ya os lo leéis, si queréis claro.
Patricia Quimera - Noche de Pasión
Pedro esperaba en la parada del autobús, eran las 9 y Ana
estaba apunto de llegar. Se le notaba bastante nervioso, le sudaban las manos
y no dejaba de mirar por si el ansiado autobús aparecía a lo lejos. Por fin
había quedado con esa chica a la que nunca se atrevió a dirigir la palabra,
sino era para decirle un tímido “hola”; por fin se había atrevido a pedirle los
apuntes, hablar con ella, invitarle a una cerveza y al fin quedar con ella.
El gran día había llegado y la
imagen de Ana sobrevolaba sus pensamientos, su sonrisa, su cuerpo... Ana era la
chica más guapa de la facultad. Imaginaba los comentarios de sus amigos, las
bromas. Seguro que le preguntarían que si había triunfado, que si “había tocado
pelo” como le decía siempre su amigo Jorge. La sola idea de quedar mal con Ana
por culpa de sus nervios le hacía sudar cada vez más. Se levantó y se quitó la
chaqueta.
Entonces vio a lo lejos el
autobús y Pedro se quedó de pie, ansioso. El autobús se paró y allí estaba
ella, con su precioso pelo negro suelto, una blusa blanca que dejaba entrever
su sostén y una falda negra que mostraba sus piernas, largas, bonitas...
“Hola Pedro”, dijo Ana, mientras
daba a Pedro 2 besos, 2 besos que Pedro retuvo en el tiempo y que hicieron que
se le pusiera cara de tonto. Cuando abrió los ojos soltó un entrecortado
“Hola”, que hizo reír a Ana. A Ana se le veía muy segura. Ella estaría
acostumbrada a estas citas, cosa que a Pedro le costaba mucho conseguir, y
menos con la chica que siempre había soñado.
“¿Dónde vamos Pedro? Yo estoy hoy
bastante cansada y no me apetece bailar”.
“Pues donde quieras, la dama
elige”
Ana se sonrió, y dijo: “Si me
invitas a cenar, luego te doy un regalo”
Pedro se quedó helado, ¡un
regalo!, pero si sólo la conozco de 4 días, y yo no tengo nada que regalarla,
empezamos bien...
“Tranquilo”, dijo Ana, “sé que
estás pensando que no tienes nada que regalarme. Tú preocúpate de que me guste
la cena”
Cenaron en un restaurante, no muy
formal tirando a cutre, hablaron, rieron, y Pedro se soltó los nervios. Terminada la cena Ana
le dijo: “Bueno Pedro, ahora me toca, mi sorpresa, pero tenemos que ir a
buscarla a mi casa”.
Pedro empezó a ponerse nervioso
de nuevo, ya que el guiño de ojo de Ana le hizo pensar cosas que le produjeron
una erección que intentó disimular con una visita al baño. Echó un cañete y se
lavó las manos, “Bueno, vámonos”
“Pedro, ésta es mi casa, ¿qué te
parece?”
La casa de Ana era un estudio de
50 metros, muy ordenado, con pocos muebles, dibujos suyos en la pared, sillones
marrones, un gran ventanal desde el que se podía ver la estación de Metro,
libros en la mesilla y una cama aún desecha. “Es que me he despertado de la
siesta y llegaba tarde, y no pude hacer la cama”. Se quitó el abrigo y se tiró
a la cama. “¡Cómo me gusta dormir!”.
“Bueno, ¿te gustaría saber cuál
es tu sorpresa?” Mientras pronunciaba ésta frase se quitó las botas y se puso
de pie. Se fue hacia él y acercó su cara a la de Pedro.
“¿Sabes? Me gustas
mucho”.
Entonces fue cuando Pedro sintió que su erección rozó la pierna de Ana.
Ana le dio un prolongado beso que Pedro no tardó en devolver. La mano de Ana
acariciaba el pecho de Pedro, pero la mano bajó por el abdomen y se adentró en
el pantalón, llegando al pene erecto de Pedro. Un escalofrío recorrió todo su
cuerpo y empezó a acariciar el culo de Ana. Ella se giró, cogió las manos de
Pedro y las puso sobre sus pechos, mientras restregaba su hermoso culo por los
genitales de Pedro, que se sentía cada vez más acalorado. Desabrochó lentamente
la blusa de Ana, mientras ella emitía unos leves gemidos. La boca de Pedro
recorría el cuello de Ana, mientras ésta dejaba caer la falda sobre sus pies.
Ana desabrochó la camisa de Pedro, sin dejar de mirarle a los ojos, y se la
quitó bruscamente, desabrochó su cinturón, bajó sus pantalones y de un empujón
tiró a Pedro totalmente alucinado sobre la cama. Entonces con un baile sensual,
y sin dejar de mirar a Pedro a los ojos se deshizo de su sostén y sus
braguitas, mostrando su belleza, sus grandes pechos, su esbelta figura y su
sexo rasurado.
Pedro, torpemente se quitó sus
calzoncillos. Estaba totalmente excitado y notaba palpitar su pene, que tenía
una gran erección. Ella se acercó a Pedro, se echó sobre él y recorrió el
cuerpo de Pedro con su cuerpo, besando cada rincón. Él no daba crédito a lo que
le estaba pasando. Sentía como los pezones duros de Ana iban subiendo por su
cuerpo, recorriendo cada palmo. Ana siguió subiendo hasta sentarse encima de la
cabeza de Pedro. Pedro sintió el olor de los genitales de Ana y empezó a pasar
su lengua por encima, intentando adentrarse, intentando buscar su clítoris,
cosa que al conseguir produjo un gran gemido de Ana, que disfrutaba con el
baile de la lengua de Pedro. Ana movía sus caderas y el placer aumentaba por
momentos. Los dedos húmedos de Pedro se introducían en su vagina mientras la
lengua recorría el clítoris de Ana.
“Ahora me toca a mí” dijo Ana,
bajando hasta el pene de Pedro. Pasó su lengua por su pene, yendo desde la base
del pene hasta el glande, dando leves caricias, lamiendo muy despacio su
glande, provocando que Pedro estuviera totalmente excitado. Entonces Ana empezó
a acelerar el ritmo, introduciendo todo el pene de Pedro en su boca y sacándolo
de forma rápida. Pedro cerró los ojos, estaba disfrutando. Cada vez lo hacía
más rápido, Pedro estaba a punto de correrse, y Ana se dio cuenta de ello.
Pedro le miró a la cara y vio un
extraño gesto es su rostro. Su mandíbula estaba totalmente desencajada y sus
ojos parecían estar inyectados en sangre. Se cruzaron las miradas y Pedro
experimentó una extraña sensación de placer a punto de llegar al orgasmo, y a
la vez miedo al ver el rostro de Ana, más cerca de un demonio que del ángel que
creía haber conocido. Cuando Ana supo que Pedro estaba a punto de explotar
agarró el pene fuertemente, Pedro estaba cagadito de miedo, y de un mordisco
seco y fuerte seccionó el pene erecto de Pedro. Ella siguió tocándose y
acariciándose, gemía como una loca. Pedro mirada aterrado como ella seguía
disfrutando, con su pene en la mano, no podía creerse lo que estaba pasando.
Los cuerpos estaban llenos de
sangre, Ana mantenía en pene en su mano mientras esbozaba una diabólica sonrisa
en su rostro. Pedro no sabía que estaba ocurriendo, se empezaba a marear y
sentía que perdía la conciencia. Entonces Ana se vistió, con la ropa manchada
de sangre, y con un “Nos vemos” cerró la puerta dejando el pomo de la puerta
manchado. Pedro perdió el conocimiento, y lo último que vio fue un dibujo de
Ana colgado de la pared, un dibujo de una pareja besándose...
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